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La conversión de Saulo
Mas yendo por el camino, aconteció que al llegar cerca de Damasco, repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo; y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? El dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón.
El, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? Y el Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer. Y los hombres que iban con Saulo se pararon atónitos, oyendo a la verdad la voz, mas sin ver a nadie. Entonces Saulo se levantó de tierra, y abriendo los ojos, no veía a nadie; así que, llevándole por la mano, le metieron en Damasco, donde estuvo tres días sin ver, y no comió ni bebió.
Había entonces en Damasco un discípulo llamado Ananías, a quien el Señor dijo en visión: Ananías. Y él respondió: Heme aquí, Señor. Y el Señor le dijo: Levántate, y ve a la calle que se llama Derecha, y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo, de Tarso; porque he aquí, él ora, y ha visto en visión a un varón llamado Ananías, que entra y le pone las manos encima para que recobre la vista.
Entonces Ananías respondió: Señor, he oído de muchos acerca de este hombre, cuántos males ha hecho a tus santos en Jerusalén; y aun aquí tiene autoridad de los principales sacerdotes para prender a todos los que invocan tu nombre.
El Señor le dijo: Ve, porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel; porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre.
Fue entonces Ananías y entró en la casa, y poniendo sobre él las manos, dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo.
Y al momento le cayeron de los ojos como escamas, y recibió al instante la vista; y levantándose, fue bautizado.
(RV Hechos 9:3-18)
Saulo, un hombre que deseaba agradar a Dios, se encontró cara a cara con Jesús, pero no porque lo estuviera buscando, sino porque perseguía a los cristianos. Estaba "sinceramente equivocado". Mas cuando el Salvador le dio una muestra inequívoca de su existencia real y divina, Saulo aceptó humildemente su error y con el corazón contrito por el arrepentimiento exclamó "Señor, ¿qué quieres que yo haga?". Ese es el primer paso que debe dar quienquiera que sea alcanzado por el Evangelio de Cristo o por el llamado directo a la conciencia mediante el Espíritu Santo: pedirle al Salvador que le indique el camino a seguir.
La respuesta del Señor fue, en apariencia, extraña. Perfectamente pudo darle instrucciones precisas, tal como lo hizo con Noé, Moisés, Elías y otros tantos más. En cambio, le envió a la ciudad para que, luego de tres días, un discípulo suyo llamado Ananías, a quién se le apareció en visión, le diera las instrucciones de lo que debía hacer. Esto significa que Dios quiere que la iglesia atienda a los nuevos conversos y les indiquen el camino a seguir, que normalmente es el mismo que ellos ya han recorrido. Al compartir su propia experiencia con los creyentes que se acercan a la iglesia por primera vez, se está cumpliendo con un propósito divino, y se benefician tanto los nuevos creyentes como los más viejos. Así opera la sabiduría celestial en beneficio del cuerpo de creyentes. Este es el siguiente paso que debe dar quien desee seguir a Cristo: acudir a la iglesia en busca de dirección.
Si sientes que Dios te está llamando, si crees que Jesucristo te está dando la oportunidad de seguirle, si percibes la tierna invitación de puro amor del Señor, no lo pienses más. No huyas como Jonás, pues no hay dónde esconderse de la vista del Creador. En cambio, haz como Saulo, confiésale tu pecado y cree en su perdón. Asiste a la iglesia y pide que se te instruya en la Palabra de Dios, y cuando estés listo, podrás dar el mayor paso de fe que es el bautismo público según el modelo bíblico. Este es el tercer paso para convertirte en un auténtico cristiano.
Entonces verás en tu vida un milagro: dejarás la vida antigua y serás llamado hijo de Dios. En la iglesia encontrarás a muchos más que ya hemos dado este paso de fe, quienes somos llamados "hermanos" por el Señor Jesús. Y entre todos ayudaremos a seguir esparciendo la luz de la salvación, porque cada nuevo converso se nace como un nuevo mensajero al servicio del Salvador.
De perseguidor a discípulo
En aquel momento de celestial iluminación, la mente de Saulo actuó con notable rapidez. Las profecías de la Sagrada Escritura se abrieron a su comprensión. Vio que el rechazamiento de Jesús por los judíos, su crucifixión, resurrección y ascensión habían sido predichos por los profetas y le demostraron que era el Mesías prometido. El discurso de Esteban en ocasión de su martirio le vino vívidamente a la memoria, y Saulo comprendió que el mártir había contemplado en verdad "la gloria de Dios" cuando dijo: "He aquí veo los cielos abiertos, y al Hijo del hombre que está a la diestra de Dios." (Hech. 7: 55, 56.) Los sacerdotes habían declarado blasfemas esas palabras, pero ahora Saulo sabía que eran verdad.
¡Qué revelación fue todo esto para el perseguidor! Ahora Saulo sabía con toda seguridad que el prometido Mesías había venido a la tierra en la persona de Jesús de Nazaret, y que aquellos a quienes había venido a salvar le habían rechazado y crucificado. También sabía que el Salvador había resucitado triunfante de la tumba y ascendido a los cielos. En aquel momento de divina revelación, recordó Saulo, aterrorizado, que con su consentimiento había sido sacrificado Esteban por dar testimonio del Salvador crucificado y resucitado, y que después fue instrumento para que muchos otros dignos discípulos de Jesús encontrasen la muerte por cruel persecución.
Ahora Cristo le hablaba con su propia voz, diciendo: "Saulo, Saulo, ¿ por qué me persigues ?" Y la pregunta: "¿Quién eres, Señor?" fue contestada por la misma voz: "Yo soy Jesús a quien tú persigues." Cristo se identifica aquí con su pueblo. Al perseguir a los seguidores de Jesús, Saulo había atacado directamente al Señor del cielo. Al acusarlos y al testificar falsamente contra ellos, lo hacía también contra el Salvador del mundo.
Elena G. White. Los Hechos de los Apóstoles. Cap. 12